
Hoy recordamos un hito fundamental en la historia de la tecnología y la comunicación global: el día en que Tim Berners-Lee, un científico británico que trabajaba en el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear), presentó su documento fundacional para lo que hoy conocemos como la World Wide Web (WWW).
En aquella jornada, el 12 de noviembre de 1990, Berners-Lee formalizó su visión para un sistema de hipertexto que conectaría documentos a través de redes informáticas, creando una red de información universalmente accesible.
La propuesta, desarrollada en el CERN, buscaba una solución intuitiva para que los científicos pudieran compartir y acceder fácilmente a la información dispersa en los sistemas informáticos del centro. Lo que comenzó como una herramienta interna se convertiría en el motor de Internet tal y como lo conocemos.
Este documento no solo describía el concepto, sino que sentó las bases técnicas que luego se materializarían en:
HTTP (Hypertext Transfer Protocol): El protocolo fundamental para la transferencia de datos.
HTML (HyperText Markup Language): El lenguaje para crear las páginas web.
URL (Uniform Resource Locator): El sistema de direcciones para encontrar los recursos.
Apenas unas semanas después de esta presentación, en diciembre de 1990, se ponía en marcha el primer servidor web y el primer sitio web del mundo.
El paso más trascendental de Berners-Lee no fue solo inventar la tecnología, sino su decisión posterior (en 1993) de hacer el código de la WWW libre y gratuito, asegurando que su desarrollo no estuviera limitado por patentes o costes de licencia. Esta decisión es, sin duda, la clave de la explosión y la democratización de la información que vivimos hoy.
Hoy, mientras navegamos, compramos, trabajamos y nos comunicamos, es fundamental detenernos a agradecer al genio detrás de la pantalla: Tim Berners-Lee, el padre de la Web.